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Aspectos de una idiosincrasia que definen en parte un gentilicio

Aspectos de una idiosincrasia que definen en parte un gentilicio

Reflexión sobre un recorrido escalofriante por una calle donde los carros se estacionan en las aceras.

📣 Opinión 17/03/2022
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A
@Alflupmare

 

  En Los Teques hay una calle donde los carros se estacionan descaradamente sobre las aceras, por supuesto que los peatones deben caminar por la calle y los conductores les tocan corneta y les gritan que caminen por donde deben. Cuando piensan haberse librado de ese infierno, al doblar en ángulo recto hacia la calle siguiente, encuentran que la fila de carros estacionados sobre la acera continúa con el agravante de que ahora los carros se desplazan a más velocidad. Los peatones suben los brazos cuales víctimas de un atracador que los encañona por la espalda. Episodios como este, lamentablemente definen la imagen del gentilicio venezolano aunque muchos venezolanos aborrezcan con vehemencia ese tipo de conducta, es muy probable que no sean mayoría, pero el solo hecho de mostrar su desacuerdo con esos atropellos indica que en algún momento del pasado remoto es probable que se presenciaran fenómenos como un grupo de personas reclamando directamente a quienes pisoteaban los derechos ajenos.

  Una de las conversaciones que permanece grabada a cincel en la roca de mi occipital proviene de alguna tarde de mediados de los años 1960s; desde el balcón de un tercer piso en Colinas de Bello Monte veía con papá el tráfico de vehículos y le señalé con la mano derecha aún embadurnada del jarabe de un golfeado, como una camioneta pick-up anaranjada hacía lo que a él nunca se le ocurría en ninguna parte y seguía dando vueltas a la “manzana” hasta conseguir donde estacionarse. Papá me miró con una mirada llena de severidad aunque al final la matizó con algo de indulgencia, no pretendía que a los cinco años de edad entendiera de normas, aunque me dijo que estacionarse en la salida de un garaje podía ser peligroso.  Como en uno de tantos episodios de la vida que suceden para dar más que pensar sobre la frase “las palabras tienen poder”, el sonido de una sirena se hizo cada vez más punzante hasta que un camión de bomberos se estacionó frente a la entrada del garaje obstruida por el ocurrente.

  El escándalo alcanzó tal magnitud que justo en el momento que el capitán de bomberos se disponía a quebrar el vidrio de la puerta del chofer, apareció el dueño del carro en ropa interior, “no lo rompas…ya lo quito de ahí…” Cuando yo estaba a punto de sonreír, papá señaló unos penachos de humo oscuro que empezaban a salir del garaje. Uno de los bomberos asestó dos puñetazos sobre el capó de un Ford Fairlane. Pregunté si los bomberos eran así de violentos. Papá señaló el hidrante que estaba detrás del caucho delantero del Fairlane. “Necesitan la vía despejada para conectar su manguera al hidrante”.  Después supimos que se había desatado un incendio en la casa del garaje, porque alguien dejó encendido un cigarrillo sobre una cama, los bomberos apenas  llegaron a tiempo para rescatar a los habitantes de la casa. Hubo daños irreparables en las tres cuartas partes de la estructura. Entonces, a pesar de mis cortos años, empecé a escuchar con más atención a los comentarios a veces silentes de papá

  La naturalidad con que los conductores estacionan sus carros en esas dos calles perpendiculares los lleva a desplazarse por las aceras en paralelo a los peatones y hasta les tocan corneta reclamando espacio, en muchas ocasiones casi rozando la humanidad de estos. Mientras contemplo paralizado la escena, otro peatón comenta el episodio de hace unos meses cuando uno de esos conductores golpeó a una niña sobre esa acera con el costado derecho de su camioneta. La niña cayó adolorida sobre el cemento mientras su madre la atendía con urgencia. Varios peatones se detuvieron a preguntar y apoyar a la madre, mientras el conductor solo se apeó de la camioneta y dijo que no vio a la niña, casi reclamando que se le atravesó, uno de los peatones estuvo a punto de responder, en última instancia solo suspiró hasta inflamar sus pulmones. Quise preguntar por leyes y derechos, de pronto casi me trago la lengua al recordar el aspecto siniestro incrustado en unas “autoridades” descarriadas en su borrachera de poder.

   Resulta paradójico como todos esos conductores miran con desdén y hasta rabia a los peatones que tratan de circular en las aceras invadidas por los carros. Reclaman, vociferan e insultan a cualquier peatón que se atreva a circular entre las estrechas que dejan sus vehículos respecto a las paredes o barandas. A veces mientras terminan de estacionar amenazan con dirigir el carro hacia la humanidad de los peatones. Y hasta pueden llegar al extremo de tocar corneta recurrentemente y bajar el vidrio de la ventanilla para increpar a los pedestres quienes se ven atrapados entre los angostos pasadizos y las voces altisonantes.  Imágenes especiales o ideales para llamar a van Gogh, Modigliani o Arturo Michelena, para preguntarles que tipo de pigmento es mejor para impregnar las tribulaciones en dinámica sublimada, con matices punzantes. Por momentos me dedico a convertir los neumáticos en almohadas y delineo unas manzanas en las bocas de los conductores.

    Avanzar por esa calle resulta un ejercicio de suspenso y a veces no sé si llegar hasta el ángulo recto con la otra calle o me apresuro para ver que otra barbaridad  aguarda. Una tarde mientras iba a buscar a mi hijo al colegio, sentí el revuelo, la agitación, la tristeza entremetida en los matices del atardecer, la maestra me comentó acerca de una explosión que había trastocados las clases. Al investigar en la cuadra resultó que había ocurrido un lamentable accidente en la heladería de la calle perpendicular de las aceras invadidas de camionetas. Una explosión estremeció un area de al menos setecientos metros a la redonda, la onda expansiva derrumbó una viga y parte de una pared en un colegio vecino, y el temblor sobresaltó a los estudiantes de ese y otro colegio cercano.  Mientras ejecutaban el proceso de recarga de una bombona de gas, los operadoras de la empresa petrolera estatal cometieron algunas omisiones que ocasionaron el estallido. Duele mucho pasar por una calle donde además de lidiar con carros estacionados en aceras es inevitable recordar que los responsables de la explosión dejaron desamparados a los dueños del establecimiento comercial. también a las personas afectadas por la explosión.

Alfonso L. Tusa C. 10 de marzo de 2022. ©

Conversación

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