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El espéculo y yo. Un acercamiento personal.

El espéculo y yo. Un acercamiento personal.

Mujer al fin, el espéculo y yo nos conocemos bien. Desde mis primeras relaciones sexuales ya comenzamos a tener comunicación. A veces para un exudado, en ocasiones para análisis de rutina, interrupción de embarazo y/o temas de anticonceptivos.

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@Mine

El espéculo y yo.

Mujer al fin, el espéculo y yo nos conocemos bien. Desde mis primeras relaciones sexuales ya comenzamos a tener comunicación. A veces para un exudado, en ocasiones para análisis de rutina, interrupción de embarazo y/o temas de anticonceptivos.
No es agradable. Nunca lo es. Es un objeto plástico o de metal que se introduce en la vagina. Se puede usar lubricante para facilitar el proceso o evitar molestias en la mujer, sin embargo, en el caso de la recogida de muestras, por ejemplo, se utiliza con medida porque puede contaminarlas.
Es decir, ponerlo casi siempre implica un trauma momentáneo para los músculos de la zona y para una misma.
Vale aclarar que no todas sentimos de la misma manera, y eso es algo a tener en cuenta. Se puede ser más o menos sensible al tacto, tener idea o no de cómo "relajar la pelvis"... Yo no tenía! Solo mediante la guía y paciencia de alguien que sepa al respecto y se tome el tiempo de decir "baja la cadera, abre los muslos, respira", entre otros consejos, es que una puede aprender, e incluso así, en situaciones de miedo o estrés cuesta mucho hacerlo.
Dicho esto, espéculo por espéculo da un poco igual. ¿Qué hace de esto algo "menos doloroso"? Pues fácil, el médico y su equipo de trabajo.
Y cuando digo equipo me refiero a esa sola enfermera de la consulta encargada en asistir al doctor/a; no de 5 estudiantes, un camillero que pasa por allí o la persona de administración que casualmente entra a firmar unos papeles.
La ética y la delicadeza humana en la ginecología son pieza fundamental; prácticamente forman parte de esa herramienta (espéculo), se transmiten a esas manos que van a tocarnos, a la mirada que inspira confianza, a las palabras de ayuda y al aliento en un "tranquila, ya casi acabamos".
Yo, hija de ginecólogo, he tenido la suerte de evaluar, preguntar y cuestionar cuanto proceder me haga (tanto yo como mis amigas) mi padre, y que él responda como si de una clase se tratase, con respeto y preocupación real hacia el desconocimiento, y por qué no, hacia el temor.
¿Por qué va eso así? ¿Por qué duele? ¿Por qué demora tanto? ¿Por qué usas ese aplicador? ¿Por qué suena o huele ese instrumento?
La enfermera de mi padre siempre sostiene mi mano, me acaricia la cabeza, me da un caramelo al terminar, me pide que permanezca acostada hasta sentirme segura de poder andar.
Y es que lo que puede ser muy simple para algunos, es motivo de angustia para otros. Por eso se agradece tanto la comunicación y la información.
Lamentable entonces que escuche y lea las experiencias horribles que han tenido muchas mujeres. Me asusta saber que hay doctoras/es y enfermeras/os que no entienden cómo nos sentimos sobre una silla o sillón, con las piernas abiertas y con un bombillo apuntando a la zona genital.
Que el espéculo pellizque las paredes vaginales no es normal; eso duele y es incómodo de tolerar para todas. Decirlo y que se arregle tiene que ser un intercambio común, aceptable, tenido en cuenta.
No nos subimos a una mesa para que nos miren la vagina, para que alguien cuestione por qué estamos ahí o para ser maltratadas. Nos subimos por cuestiones médicas, personales.
Desde el momento en que estamos allí, queremos bajar, queremos que termine. Entonces no, no se concibe que en medio de una consulta existan interrupciones ajenas a lo que está pasando.
La deshumanización de las prácticas médicas hacen que cada día se escuchen más historias de horror y violencia. Es una profesión que va de la mano con la calidad humana de la persona que la practica y que, por ningún motivo, puede alejarse de su único objetivo: sanar.
Por otra parte, he escuchado de profesionales de la salud que justifican su "mal carácter o mala actitud" con la personalidad o estilos de vida de sus pacientes.
De ahí salen frases como "eso te pasa por abrir las piernas" "si aguantaste aquello aguanta esto" (como si aquello hubiera sido doloroso), "calla como una mujer" "aguanta como una mujer" "no llores" "ahora no te quejes" "si vuelves a fallar el tratamiento aquí no vuelvas más", entre otras que bien conocemos y que tanto lastiman nuestra autoestima y emociones.
De todas las profesiones del mundo, es la medicina una de las más influyentes en la responsabilidad de los seres humanos, desde el cariño y la compasión, sin llegar jamás a ofender, maltratar, humillar o, en otros casos, ignorar.
Manejan toda la terminología posible para describir la gravedad de una condición, gozan, de antemano, de una confianza que solo se le otorga a un médico.
Sus recomendaciones o comentarios no se asemejan a las del típico sin tacto que dice "sigue interrumpiendo embarazos que te vas a quedar sin hijos" no, es la persona que te explica cuáles son los métodos anticonceptivos ideales según la edad y la madurez sexual, describe el proceso y los riesgos sin alarmas o prejuicios, ayuda y hace seguimiento, educa, previene, cuida, salva.
Todo lo contrario, es violencia.

Conversación

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