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El AMOR DE LAS MÁQUINAS

El AMOR DE LAS MÁQUINAS

Ellos fueron los pioneros y, desde entonces, la muerte en la tierra ha desaparecido. El Amor de Máquinas es un aparato que desdobla la vida y tiene la facultad de volver sobre ella una y otra vez. De tal manera que, si gustas de hacerte viejo, un día, el gran aparato envejecerá tus moléculas...

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@alixon23

 

El AMOR DE LAS MÁQUINAS

La Humanidad poco a poco se ha ido mecanizando, volviéndose insensible y robotica, hasta el punto que un marcapasos sustituye algunas acciones del corazón, el Amor de Máquinas cada día se vuelve más necesario en la vida del ser humano, algo habitual, lo que antes se veía como impensable o tabú, hoy nos ayuda a vivir...La Posteridad vive temerosa porque en el futuro las máquinas se tomen el Poder y gobiernen  a quienes un día las fabricaron... El Amor De Máquinas
Por el año 4200 no existe la muerte ni el Apocalipsis. La raza humana ha alcanzado un equilibrio en su existencia que los capítulos de esperanza, amor y odio han quedado reducidos a una simple terapia llamada «Amor de Máquinas». Gracias a este descubrimiento, Alf 25 y todos los individuos del planeta son sanos y no envejecen ni albergan odios ni resentimientos. Las bajas pasiones por fin se han erradicado y la humanidad planetaria se enfrenta a una vida perfecta y coherente que funciona como lo profetizara hace muchos siglos Jesús de Nazaret.

—Madre, ¿ya me has colocado la dosis de la mañana de El Amor de Máquinas? —reclama Alf 25, un poco indeciso—Creo que no, porque comienzo a inquietarme.

Marion, la madre, presiona un botón en su reloj de mano al tiempo que se lleva las manos a la cabeza. «Ya está. Preocupación eliminada totalmente», comenta la mujer un tanto eufórica. Alf 25 siente el cambio como un sutil aguijonazo, suspira mientras el nivel de ánimo en su cuerpo, retorna, vuelve a ser el de antes. Afuera, el panorama se circunscribe a pequeñas estaciones con cuartos en donde la poca gente que circula por las estrechas avenidas desaparecen una vez que ingresan a los cubículos. De vez en cuando, sutiles luces centellean por el lugar.

—¿Y aún no ha llegado mi Robot Hermano? —pregunta Alf 25, mecánicamente, sin afán—Hazle revisar la puntualidad, no quiero que por él vaya a tener problemas en clase.

—No es necesario—grita desde el umbral el Robot Hermano que viene llegando a la casa—Desde el Centro Operativo me han devuelto la puntualidad. Vamos que el colegio te espera.

Alf 25 y el Robot Hermano se estrechan las manos, sonríen espontáneos, muy lejos están de advertir el contraste entre el cuerpo humano y un ser de metal unidos sus partes con tornillos y tuercas. En la calle, no hay autos circulando ni calzadas congestionadas, el entorno libre de humo y de un sol abrasador, es un escenario regulado, la tierra ha adquirido la forma de un inmenso laboratorio, una gran cápsula espacial donde el hombre gracias a la ciencia ha conseguido la inmortalidad y, de alguna manera, regular las pasiones de la gente. En esta tierra prometida, desde hace algunos siglos, se ha conseguido desarraigar de la naturaleza humana, el odio y el egoísmo, el sufrimiento no existe, la alegría no desborda los límites de la prudencia, el bien común es una de las premisas fundamentales en esta Nueva Era de la Vida Eterna.

Cada terrícola existe, porque es, no hay preocupación por la explosión demográfica. Los espacios, las edificaciones están hechas a la medida exacta de cada habitante, no hay problemas de movilidad, cada familia puede tener dos o tres hijos, paralelo a ello, cada miembro de la estirpe puede tener un Robot Hermano como acompañante, ellos no son un problema, pues cuando terminan su trabajo, se recogen y repliegan en un envoltorio del tamaño de una caja de fósforos.

Como todo está automatizado, no se sufre por la concentración de la gente en una gran fila tratando de obtener una cita médica, o entrar a una gran fábrica o industria, no, eso no es preocupación desde que un gran científico, el Doctor Silvio Salazar Escorcia y, su grupo de expertos, se inventaron el Amor de Máquinas.

Ellos fueron los pioneros y, desde entonces, la muerte en la tierra ha desaparecido. El Amor de Máquinas es un aparato que desdobla la vida y tiene la facultad de volver sobre ella una y otra vez. De tal manera que, si gustas de hacerte viejo, un día, el gran aparato envejecerá tus moléculas hasta el punto que tendrás doscientos años en menos de un minuto. Si anhelas la eterna juventud, el Amor de Máquinas hará que tu cuerpo tenga siempre dieciocho años, y, los tendrás, siempre…

El hombre entonces tan solo vivirá para disfrutar de la ausencia de los árboles, de la retirada de un frío de octubre, de la huida del abrazo del abuelo Octavio, de no poder dirigirse a Miami Beach, de no poder entrar a una mezquita egipcia o, en otro tiempo, de no poder flagelarse y tener tiempo para visitar a El Papa en El Vaticano.

Tampoco en esta región del universo se plantean los recuerdos o las nostalgias como algo necesario e inherente al ser humano. Desde hace muchos años, millones de familias se tele transportaron hacia otros planetas de nuestra galaxia jubilosos de poder vivir por siempre. Por eso, es que la tierra permanece vacía. Hay una familia aquí y allá, como a 500 kilómetros de distancia. No obstante, todos conviven tranquilos y felices. Si la melancolía se apodera de los espíritus por la partida, en seguida se colocan enfrente de El Amor de Máquinas y, en un dos por tres, regulan su tristeza. Y caso concluido: el deprimido vuelve a sonreír.

Alf 25 y el Hermano Robot van a todas partes. Algunas veces como travesuras juegan a hacerse viejos o jóvenes al instante.
En el Museo Terrícola de la Generación Olvidada, no se detienen ante las fotos de personajes mutilados por la metralla, la Bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima parece caricatura que les divierte, la Guerra de Vietnam y el Once de Septiembre les merece total hermetismo e indiferencia, una fotografía de Jesús en El Calvario ni siquiera merece la atención del dúo.

—Dime una cosa: ¿alguna vez te zambulliste en el río? —interroga Alf 25 sin ganas. 
—No, eso es innecesario—argumenta el Hermano Robot—Y entonces: ¿Para qué tengo el Amor de Máquinas?

En casa, Marion, la madre obstinada, ha ido al Centro Operativo para que le regulen el Amor de Máquinas.
«No se preocupe», dice el encargado, «Alf 25 y el Hermano Robot, ni siquiera lo notarán».

 

Conversación

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