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Conversar o no conversar: esa es la cuestión

Conversar o no conversar: esa es la cuestión

Toda nuestra vida se desarrolla entre conversaciones que abren o cierran posibilidades. Algunas inmovilizan y otras motivan la acción para lograr resultados. ¿En qué tipo de conversaciones estás?

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Giannini
@Giannini

Vamos camino del trabajo por la autopista que tomamos siempre cuando de repente nos encontramos con un atasco que nos corta el camino y la rutina habitual. Lo ideal es tomar acciones para hacernos cargo de las consecuencias del quiebre (así define el coaching al problema) En el ejemplo, tomar una ruta alternativa para salir del atasco sería una acción posible.

Pero, a veces, hay  quiebres donde nos quedamos atrapados y es allí, donde aparecen las conversaciones, como una conexión entre quiebres y acción.

Cuando quedamos atrapados es útil explorar los diferentes tipos de conversaciones que siguen a un quiebre. Según el tipo de conversación que tengamos nos daremos cuenta de si hemos caído en la inmovilidad o si nos “movemos” hacia una solución.

Tipos de conversaciones posibles

· Conversación de juicios personales

Un ejemplo: Me dirijo a una reunión en la empresa donde trabajo, y un auto pasa rápido y me ensucia la ropa. Acto seguido, empiezo a pensar “por qué no habré ido por la vereda de enfrente, que si el conductor del auto se acercó demasiado y lo hizo a propósito”. Son todas explicaciones que me doy pero que no me mueven hacia la acción.

Estamos haciendo algo improductivo: emitimos juicios que busquen culpables. “Siempre me pasa lo mismo. Soy incapaz de hacer algo bien”. Y lo peor es que esa cadena de juicios me haga sentir incapaz. Nada más lejos de la acción.

· Conversación para la coordinación de acciones

La conversación que apunta a revertir el quiebre es la “conversación para la coordinación de acciones”. Pero ¿cómo se hace para generar acciones que cambien el curso de los acontecimientos que nos afectan negativamente?

Primero hay que saber que para responder a un quiebre, existen los pedidos. Cuando se nos presenta un quiebre es muy efectivo pedir ayuda.

Hay personas que en razón de las experiencias vividas, son incapaces de pedir algo.  Alguna vez, no le dieron la ayuda pedida y su carácter se forjó pensando que todo debía hacerlo solo. Algunos piensan que si piden ayuda para superar una situación, se mostrarán débiles, y no pueden “permitirse” dar esa imagen.

Al no saber o no querer pedir ayuda, los quiebres se hacen crónicos y causan mucho sufrimiento.

Un ejemplo en la empresa: cuando un producto no se vende de la forma esperada, si nos quedamos en la conversación de juicios personales sobre quién tiene la culpa, el resultado será muy distinto de aquel en que nos ponemos a hacer una investigación de mercado para ver por qué no funciono la venta: si fue el packaging, el precio o la calidad. 

· Conversación para posibles acciones

Cuando no se sabe qué acciones tomar frente a un quiebre, entonces es el momento de usar esta conversación. Explorar acciones posibles y comprometerse con ponerlas en práctica es la diferencia clave con la conversación de juicios personales. Lo que se percibe, dentro de esta conversación, es el deseo de cambiar el estado de las cosas. Es una conversación de “qué hacer” y no de “por qué ocurrió esto”

· Conversaciones para posibles conversaciones

A veces, la comunicación está rota y juzgamos que no podemos sostener una conversación con alguien. En ese caso, la opción es abrir una conversación sobre el tema del que creemos que no hay posibilidad de dialogar, por el momento.

Un ejemplo: “Tengo el juicio de que mi empleado no está manejando bien nuestro proyecto  pero cada vez que intento hablarle sobre el tema, reacciona defensivamente e impide una conversación efectiva”.

Esta situación, también, se repite a menudo con la familia, la pareja los hijos o los amigos. Cuando distinguimos este escenario, podemos acercarnos a nuestro interlocutor y pedirle una conversación para posibles conversaciones.

Puedes decir: “Hay algo que me preocupa, que nos concierne a ambos y me gustaría que lo conversáramos sin estar a la defensiva y que nos escucháramos mutuamente, con respeto”.

Es útil analizar si nuestro estado de ánimo impide que la gente acceda a conversar con nosotros. Cuando proponemos una conversación de este estilo, nuestro estado de ánimo no debe ser amenazante. De lo contrario, el otro se pondrá a la defensiva aumentando el conflicto que queremos resolver. 

Para lograr una  “conversación para posibles conversaciones” hay que colocarse desde la emocionalidad del respeto mutuo.

Queda a la vista que el lenguaje tiene lo que se llama el poder transformador de la palabra... Según la forma en que lo usemos, abrimos o cerramos posibilidades y construimos futuros diferentes.

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