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Carlo Ponzi, creador de la estafa piramidal

Carlo Ponzi, creador de la estafa piramidal

Carlo Ponzi creó el sistema piramidal que estafó a miles de personas en EEUU

➕ Extra 25/02/2022
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@observador

Carlo Ponzi había nacido el 3 de marzo de 1882 en Lugo,provincia de Rávena, Italia.

Su modesta familia, siendo su padre cartero y su madre ama de casa, se ha esforzado para mandarlo a la Universidad de Roma La Sapienza. Poco dura en la institución, debido a que gasta el dinero que su familia le brinda con esfuerzo, en fiestas y salidas. Sus padres hacen un último esfuerzo económico y lo envían a EEUU con boleto únicamente de ida.

Al llegar a EEUU, trabaja como camarero y lava copas, hasta que consigue empleo en un banco de Montreal, Canadá, de unos compatriotas. Ahí comienza su carrera como estafador. En 1912 falsifica un cheque, y lo condenan a 20 meses de cárcel.

Estando en prisión lo destinan a trabajar en la oficina interna de correo. Allí conoce el negocio de los cupones postales. Venderlos en dólares a inversionistas. Convertir esos dólares en monedas depreciadas, por ejemplo, la Lira italiana. Con ese dinero comprar cupones a menor precio. Enviarlos a países de moneda más fuerte para cambiarlos por estampillas, cuyo valor era superior al del cupón original, y convertirlas en efectivo.

En poco tiempo, el ambicioso joven constituyó una pequeña fortuna, y sobre esa base creó el famoso fraude financiero que pasó a la historia como “La pirámide Ponzi”. 

Esta operación consiste en abonar a los inversores iniciales en concepto de intereses con el dinero que colocan los nuevos inversores.

Si la operación fuera legítima, el dinero recibido por la empresa Security Exchanges Company (Empresa de Carlo Ponzi) debía ser destinado a otros negocios rentables: construcción o comercio, por ejemplo. Pero esto no sucedió. Ponzi se limitó a embolsar montañas de dólares: 250 mil por día, que 16 empleados, luego de anotarlos en el registro, lo guardaban en armarios.

Pero esto llegó a su fin cuando las instituciones encargadas de controlar los negocios financieros empezaron a investigar más de cerca a este joven que había llegado desde Italia con solo 3 dólares y ofrecía a sus clientes 50 porciento de interés por tener su capital 90 días.

Fue citado por el fiscal del distrito y Ponzi declaró que les debía a sus acreedores 3.500.000 dólares, pero que su fortuna era de 8.500.000, de modo que contaba con el dinero para cubrir la deuda, y conservar un patrimonio estable.

Cientos de acreedores se presentaron en la empresa. Muchos, con intención de lincharlo.

Vestido como un Lord y al volante de su Locomobile, el auto más caro del mercado, saludaba a la gente de la larga fila con una sonrisa inmutable, les pedía paciencia y prometía regalos. Además, ordenó que toda la fila recibiera hot dogs y café caliente, gratis. El fuerte carisma de Ponzi logró calmar a sus inversionistas y se fueron confiados a sus hogares.

El 1º de agosto de 1920, The New York Times publicó esta nota: “Luego de una semana de investigación sobre Ponzi, el interés público sobre el hombre y sus actos permanece inalterable. Seguido por centenares de personas cuando aparece en la calle, lo saludan como a un héroe. Aunque la auditoría federal sobre sus registros contables apenas ha empezado, sus admiradores lo ven como si ya hubiera sido reivindicado, y están impacientes para que vuelva a recibir fondos. Empleados de tiendas por departamentos, fábricas y grandes plantas han juntado su dinero y esperan la oportunidad de invertirlo con Ponzi en su esquema de 50% en 45 días”.

Dos semanas después, la auditoría federal reveló que la Security Exchanges Company debía a sus acreedores 7 millones de dólares.

Ante esta realidad y condenado por los medios de comunicación, confesó que no podía enfrentar esa deuda.

Aproximadamente, unos 40 mil inversionistas le habían confiado entre 15 y 20 millones de dólares (unos 250 millones de dólares a valores de hoy).

Pasó cinco años de cárcel en una prisión federal, de los que sólo cumplió tres y medio. Durante su tiempo en prisión se dedicó a enviar cartas a sus clientes estafados prometiendo devolver el dinero.

Estando en libertad, se refugió en Florida y puso en marcha una segunda edición de su pirámide, pero su fama no le permitió llegar muy lejos.

Una segunda instancia judicial le agregó otros nueve años entre rejas. Logró escapar a Texas antes de ser encarcelado y pensó partir en un banco mercante desde allí. Se afeitó el bigote y la cabeza para que no lo puedan reconocer. Pero lo atraparon, y fue a parar a una prisión de Massachusetts hasta 1934.

Al salir de prisión lo esperaba un grupo de damnificados, con la intención de lincharlo. Fue salvado por la policía.

Fue deportado a Italia, donde intentó constituir otra estafa piramidal, pero no tuvo éxito.

Consiguió trabajo en una línea aérea italiana que operaba en Brasil. Y allí, en Río de Janeiro y en la miseria, murió en un hospital de caridad el 18 de enero de 1949. Tenía 66 años.

 

 

 

 

 

 

 

 

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